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Palabra del Postulador
Para el Padre d’Alzon, la obediencia como la humildad nacen de la fe. El modelo perfecto de obediencia es Jesús, el Hijo de Dios que, para realizar los designios de su Padre, nacido de mujer, se hace uno de entre nosotros. Por eso, para nuestro Fundador, la obediencia no es sólo una virtud ascética o destinada únicamente a la santificación personal; es ante todo una virtud apostólica. Con razón, la actual Regla de Vida de los Asuncionistas traduce el sentir del Padre d’Alzon con estas palabras: “Vivida en la fe y la oración, la obediencia nos abre a Dios y a los hombres. Va convirtiendo poco a poco nuestro afán de dominio en voluntad de servicio y de promoción del otro. Manifiesta nuestra fe y nuestra disponibilidad a la voluntad del Padre. Así es signo del Reino” (RV 43).
La obediencia, para el Padre d’Alzon, se traduce también en lealtad y fidelidad absolutas a la Iglesia, en especial a las enseñanzas, orientaciones y decisiones del Papa: “Los religiosos de la Asunción obedecerán de una manera absoluta y filial en primer lugar al Santo Padre el Papa…” (Primeras Constituciones de 1855).
Por último, no olvidemos que el Padre d’Alzon fue él mismo un Superior enérgico y carismático, pero que hoy podríamos considerar como un verdadero líder, que supo formar hombres y mujeres llenos de creatividad y de iniciativa, de fe y de entrega generosa a la misión, a quienes no sólo supo respetar sus dones personales sino que también les abrió amplios horizontes para ejercer su celo apostólico: un Esteban Pernet, un Francisco Picard, una María Correnson, un Victorin Galabert, un Vicente de Paúl Bailly, etc.
P. Julio Navarro Román, a.a.