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  • 14/08/2025

  • 14/08/2025

¡Feliz fiesta de la Asunción!

Mensaje del Superior General con motivo del 15 de agosto

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Desde Lourdes os escribo este mensaje. Aunque el objetivo principal es desearos una feliz y alegre fiesta de la Asunción, no puedo dejar de compartir con vosotros mi primera experiencia en Lourdes. La Asunción en Lourdes, una expresión que puede evocar muchas cosas a la vez. Pero lo más importante es ese sentimiento de alegría por vivir, por primera vez, la experiencia de celebrar la solemnidad de la Asunción en este lugar cuyo nombre, historia y vínculo con la congregación de los Agustinos de la Asunción despiertan recuerdos entrañables.

Llegué a París tres días antes para vivir la experiencia del tren París-Lourdes con los enfermos y me impresionó la llegada a la casa provincial de los hermanos procedentes de Togo, Rumanía, Jerusalén, Chile, Ecuador, España, Bélgica, etc. La Asunción en Lourdes es también esta reunión de hermanos y hermanas de la familia de la Asunción en torno a aquella que nuestro fundador nos ofrece como nuestra Madre y nuestro modelo. « María es a la vez mi modelo y mi madre . Mi modelo: debo procurar imitarla tanto como un religioso consagrado a la perfección es capaz de imitar a la reina del cielo y de la tierra; mi madre: debo tener en ella la confianza y la ternura más absolutas» (E.S., p. 32).

Más de una vez he encontrado y escuchado a algunos asuncionistas decir que «no somos una congregación mariana». Al principio, parecía entender lo que querían decir. Pero luego, cuando entré en contacto con los escritos del padre d'Alzon y descubrí el lugar que él le daba a María en su vida y en su congregación, y después de haber sido testigo de la devoción de muchos hermanos y hermanas que vinieron aquí a Lourdes para la ocasión, ahora tengo reservas para repetir la misma expresión. María ocupa un lugar de honor en nuestra espiritualidad, que es, por supuesto, cristocéntrica.

En Lourdes, este año, la familia de la Asunción está bien representada, como de costumbre, con hermanos y hermanas, religiosos y laicos de todas las edades, culturas y colores. Ya la salida de Paris fue todo un acontecimiento. En la estación de París (Montparnasse), el embarque es espectacular. Los miembros de la hospitalidad Notre-Dame de Salut, los voluntarios, los enfermos, la comunidad de cuidadores, los religiosos y religiosas y otros, todos con el deseo de llegar a Lourdes, no para hacer turismo, aunque sea verano, sino motivados por la fe y la esperanza. Me dio la impresión de estar en una «pequeña ciudad de Dios» donde se vive la fraternidad, el cuidado del otro con una generosidad desinteresada.

Que las virtudes de la Santísima Virgen María nos inspiren en todo lo que emprendamos para la llegada del Reino de su Hijo. Volvamos, pues, hacia ella con amor y ternura, como decía el padre Emmanuel d'Alzon: «Nuestra ternura por la Santísima Virgen no tiene límites» (E.S p. 134). Podéis estar seguros de que llevo en mi corazón la vida y la misión de nuestra congregación cada vez que me dirijo a nuestra Madre para que interceda por nosotros. Sobre todo, la vida y la misión de nuestros hermanos y hermanas que se encuentran en lugares donde la fe y la esperanza se ven puestas a prueba por los acontecimientos: en el Este del Congo, en Oriente Medio y en otros lugares.

Permítanme, para terminar este mensaje, retomar estas palabras de nuestro fundador para nuestra meditación:

«Al término de este retiro y de las disposiciones en las que estoy convencido de que se encuentran ustedes, nada me parece más oportuno que hablarles del misterio bajo cuya idea se encuentra nuestra Congregación. No lo hemos elegido, se ha impuesto por sí mismo, por así decirlo. La piedra colocada en la puerta de entrada de nuestra casa fue grabada varios años antes de que viniéramos tomar posesión del seno de nuestra familia religiosa. Se puede decir que no fuimos nosotros quienes elegimos a María triunfante en los cielos como nuestra protectora; es María, desde lo alto del cielo, quien parece haber dicho: Esta casa me ha sido dada, y yo os la doy a vosotros, a mi vez. Creced en los pensamientos que mi gloria debe inspiraros y sed verdaderos hijos de mis victorias, de mi triunfo, de mi coronación». (E.S. pp. 1024-1025)

En la Asunción de María descubrimos nuestra propia vocación: el cielo. Espero que celebréis bien esta solemnidad de la Asunción. Algunos de nuestros hermanos y hermanas ya lo hicieron el domingo pasado. Que el deseo del cielo nos acompañe en lo que emprendamos en comunidad y personalmente.

¡Feliz fiesta a toda la familia de la Asunción!

Fraternalmente

Ngoa Ya Tshihemba, a.a Supérieur Général