Las etapas para ser asuncionista

Este camino se efectúa en la fe, la confianza y la alegría. Los recorridos se adaptan, sin embargo, a las situaciones de cada uno. Para empezar, un tiempo de vida en una comunidad asuncionista, generalmente prosiguiendo los estudios o el trabajo que se tenga. Durante este período, bastante flexible, se puede expresar el deseo de descubrir la Congregación más en profundidad. Es lo que se llama postulantado.

Si la llamada de Dios a entrar en los Asuncionistas se precisa, se puede solicitar entonces el ingreso al noviciado. Dura un año, tiene como finalidad confirmar la llamada a la vida religiosa asuncionista. Acompañado por el Maestro de Novicios, cada uno es invitado a releer su historia, a entrar en un amor más profundo de Jesús, de María, y de la Iglesia. Este tiempo de conocimiento progresivo de la vida religiosa en general y de la de los Asuncionistas en particular comporta también una iniciación a la vida apostólica. Se organizan diversos momentos con otras congregaciones religiosas, en inter-noviciado. Este período permite verificar de un modo privilegiado la llamada a seguir a Jesucristo, pobre, casto, y obediente, en la vida religiosa, o en otra forma de vida.

Al final de este tiempo, el novicio puede solicitar su admisión en la Congregación. Se compromete entonces, mediante los votos temporales, a llevar la vida asuncionista; este primer compromiso tiene por duración un año. Se hace así religioso. Afianzado por la renovación anual de los votos temporales, comienza así un tiempo de enraizamiento, de despliegue, de integración en la vida y la misión de la Congregación, con una duración de por lo menos tres años. El joven religioso hace así el aprendizaje de la fidelidad, de la paciencia, formándose por los estudios y las inserciones para un compromiso definitivo en el seno de la Congregación. Al final de estos tres años de votos temporales, puede solicitar su admisión a los votos definitivos o perpetuos.

Durante este período, puede prepararse también para ser sacerdote y hacerse apóstol según el Corazón de Cristo y el espíritu de la Asunción.

De modo que la vida religiosa es exigente. Pero se presenta coma una forma auténtica de compartir la búsqueda de los hombres para ser plenamente humanos. Es también, para quienes la viven, el reconocimiento de que sólo en Dios se hallan las razones más profundas de vivir y de obrar.

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