Alianza laicos-religiosos

LA ALIANZA LAICOS-RELIGIOSOS

Desde los inicios de la congregación asuncionista, a mediados del siglo XIX, el Padre Manuel d'Alzon soñaba con "una Asunción formada por laicos y religiosos para llevar la pasión del Reino de Dios al mundo de su tiempo".

Así, las primeras Constituciones de 1855 definen a la Asunción no como una congregación clerical, sino como una asociación de sacerdotes y laicos, no sólo con religiosos no llamados al sacerdocio, sino también, y esto era una originalidad en la época, con hermanos laicos seculares, llamados Hermanos de la Tercera Orden.

Los dos primeros fueron dos profesores de la educación pública, Jules Monnier (1815-1856) y Eugène Germer-Durand (1812-1880), que renunciaron a un alto cargo profesional para unirse al P. d'Alzon en el Colegio de la Asuncion. Al no vivir en comunidad, podían "dedicarse, bajo la dirección de la Orden, a obras de celo, caridad y apostolado".

Pero Roma no acaba de entender que los laicos, que no viven en comunidad y no pueden hacer los votos tradicionales de la religión, sean parte integrante de la Congregación. Las discusiones duraron unos cincuenta años, sin éxito. En las Constituciones de 1906 y 1918, ya no se habla de terciarios sino de "afiliados" a la Asunción, expresión que desaparece en el texto de 1923, alineado con las estrictas disposiciones del Código de Derecho Canónico de 1917.

El hecho es que la colaboración con los laicos ha seguido siendo un gen de la Asunción: en las peregrinaciones, en la Bonne presse (hoy Bayard), en las parroquias..., religiosos y laicos siempre han trabajado juntos.

No fue hasta el Concilio Vaticano II y la relectura de las Constituciones que éste exigió, cuando los asuncionistas empezaron a cuestionar el lugar de los laicos, tanto más cuanto que, en las obras, se forjaban fuertes relaciones personales de estima y amistad entre laicos y religiosos.

En 1994, el Sínodo de los Obispos convocado por Juan Pablo II destacó los nuevos vínculos entre los laicos y los institutos religiosos. "Muchos institutos (...) han llegado a la convicción de que su carisma puede ser compartido con los laicos", escribió Juan Pablo II dos años después en la exhortación apostólica Vita consecrata.

Es el caso de la Asunción: "Nuestro carisma no nos pertenece. Se nos ha confiado y no somos sus dueños", afirmó el Capítulo General de 1999. Desde entonces, la colaboración entre laicos y religiosos se ha intensificado en muchas obras asuncionistas.

El Capítulo General de 2011, en el número 142, dice: "Desde 2005, es evidente un avance significativo en la alianza laicos-religiosos. Hay diferentes maneras de vivir esta alianza: convivencia, oración, servicio, misión. El carisma de la Congregación y sus orientaciones fundamentales entran cada vez más en la vida de los laicos. Es una fuente de dinamismo para las comunidades y un enriquecimiento mutuo para todos. Este Capítulo General puede ser una oportunidad para dar un paso más. La Asunción reconoce la realidad de los laicos asuncionistas en la Congregación, como miembros de nuestra familia" (Actas del Capítulo General 2011, n. 148).

"El futuro no está trazado, nos pertenece. En la medida de nuestro compromiso, laicos y religiosos juntos, podremos avanzar en el camino del Reino. Hay un mundo que espera esperanza y amor, ¿estamos dispuestos a trabajar para que el mundo descubra la abundancia de la ternura de Dios? La Alianza sabe que tiene una misión y que está movilizada por el Reino''. Padre Benoît GRIÈRE, Superior General. (Carta n. 9 a los laicos y religiosos asuncionistas sobre la Alianza).