Nuestros orígines

LOS AGUSTINOS DE LA ASUNCIÓN

En 1841, el Padre Manuel d'Alzon toma el relevo del abate Combalot en el acompañamiento espiritual de María Eugenia Milleret de Brou (Santa Marie-Eugénie) y en la animación de la congregación de las Religiosas de la Asunción que ella acababa de fundar. Una hermosa y sólida amistad espiritual les unió para el resto de sus vidas. Santa María Eugenia le instó a fundar él mismo una congregación. A pesar de las reticencias del Obispo, inicia un noviciado en el Colegio de Nîmes con algunos profesores miembros de la Asociación de la Asunción. Cinco años más tarde, fueron finalmente autorizados por Mons. Cart a pronunciar públicamente sus votos religiosos. El nombre de "Agustinos de la Asunción" que dio a su congregación se inspiró en el patrocinio de San Agustín, cuya Regla y vida comunitaria adoptó, en la influencia de la fundadora de las Religiosas de la Asunción y en el nombre del colegio donde se fundó. Él mismo inició las acciones que marcarían indeleblemente a su congregación: la enseñanza, la prensa, las peregrinaciones, las vocaciones religiosas y sacerdotales, la unidad de la Iglesia, la acción social. Esto se expresa hoy en tres palabras: fe, comunión y solidaridad. No quería una congregación especializada, sino una con un espíritu que la hiciera capaz de responder a las necesidades de las personas y de la Iglesia en todos los contextos.

A petición del Papa Pío IX, d'Alzon envió al Padre Galabert a los países del Imperio Otomano para acompañar un movimiento de retorno de los ortodoxos a la Iglesia católica. Galabert insistió en que religiosas auxiliares vinieran a ocuparse de la educación de las niñas y a realizar labores sanitarias y sociales entre la población indigente. En 1865, d'Alzon se lanzó con un puñado de jóvenes de las Cevenas. María Eugenia aceptó proporcionar una superiora temporal. Dos años más tarde, d'Alzon nombró a Marie Correnson, la hija mayor de una familia de Nîmes que conocía bien, para dirigir la nueva congregación. En 1868, las cinco primeras misioneras oblatas, todas ellas del Gard, dejaron Nîmes para ir a Edirne (Turquía), donde fundaron inmediatamente una escuela gratuita abierta a católicos, ortodoxos, griegos, armenios y judíos. Un año después, abrieron un orfanato junto a la escuela. En los años siguientes, fundaron otras escuelas, internados, dispensarios y hospitales por toda la actual Bulgaria y Turquía, siempre en conexión con los asuncionistas. En 1873, las oblatas adquieren una casa en la calle Séguier, que se convierte así en la "casa madre" del nuevo instituto y en un internado para las jóvenes. Es en la capilla de esta casa, bendecida por el P. d'Alzon unos meses antes de su muerte, donde descansan su cuerpo y el de Marie Correnson. Manuel d'Alzon fue un hombre de oración, con un ascetismo real pero discreto, siempre preocupado por estudiar y profundizar en su fe. Dejó a sus discípulos pautas espirituales y apostólicas que constituyen una especie de carnet de identidad asuncionista, del que sólo reivindicó el carácter católico. Quiso hombres y mujeres que trabajasen para realizar el Reino de Dios en ellos mismos y en su entorno. Jesucristo, amado, estudiado, contemplado, debe estar en el centro de sus vidas. Amarán lo que más amó Jesús: a María, su madre, y a la Iglesia, su cuerpo místico. Su oración, centrada en la Palabra de Dios, será la oración de la Iglesia. Su oración, centrada en la Palabra de Dios, será la oración de la Iglesia. No tendrán ninguna devoción particular. Serán artesanos de la comunión, de la fraternidad, atentos a los pobres. Su acción se adaptará a las necesidades de las personas con las que conviven y de las sociedades en las que se encuentran. No son principalmente las "obras" las que les caracterizan, sino el espíritu que las anima. D'Alzon recomienda que su forma de ser esté marcada por la sencillez, la cordialidad, la franqueza, la iniciativa y el desinterés.

De Nîmes al mundo entero

Hoy en día, las dos congregaciones fundadas en Nîmes están implantadas en todos los continentes y se desarrollan con fuerza en varios países de Asia (incluida China), África y América Latina. Junto con los laicos cercanos o asociados a ellos, forman una familia espiritual internacional que vive del impulso de Manuel d'Alzon, declarado "Venerable" por Juan Pablo II y al que rezan en muchas partes del mundo personas y grupos. Las gracias se atribuyen a su intercesión. Se necesita un milagro reconocido para que sea beatificado. Pero, ¿no sería el primer milagro la fecundidad de su fe, que, desde Nîmes hace casi dos siglos, ha sido fuente de inspiración para tantos hombres y mujeres en el seguimiento de Cristo?

Hno. Jean-Michel, aa