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  • 10/02/2023

  • 10/02/2023

El mortífero terremoto de Turquía y Siria plantea cruelmente la cuestión del mal

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El mortífero terremoto de Turquía y Siria plantea cruelmente la cuestión del mal: ¿cómo puede un Dios bueno permitir cosas así?

Un fuerte terremoto sacudido Turquía y Siria a principios de esta semana. El balance humano es muy elevado: más de 11 200 muertos en el momento de redactar este informe. Se trata de una cifra provisional, a la que hay que añadir miles de heridos y personas sin hogar que deben hacer frente a los rigores del clima. Como siempre ante tales tragedias, se plantea la cuestión del mal, del exceso de maldad. La experiencia del mal y la bondad de un Dios "todopoderoso" parecen excluirse mutuamente, hasta el punto de cuestionar la propia existencia divina. Si la creación es verdaderamente buena, ¿por qué causa desolación y muerte? Si Dios existe, ¿por qué no impide que el mal entre en la creación?

Pero cualesquiera que sean las respuestas que podamos dar a estas preguntas, el mal, sufrido o cometido, seguirá siendo siempre un enigma. El mal siempre está ahí. Su origen es impreciso. Tiene una anterioridad insondable. Por tanto, es inútil buscar una explicación a su origen. En cambio, lo que tenemos que hacer es comprometer nuestra libertad para hacer frente a este mal lo mejor que podamos. El mal se convierte entonces en aquello contra lo que luchamos y esto a pesar de lo que esperamos, miramos hacia el futuro.

En palabras de Paul Beauchamp, biblista jesuita: "Es el exceso el que está en el origen; solo el exceso de bien puede superar el exceso de mal". Un exceso de bien al que cada uno de nosotros puede contribuir, a su manera, solidarizándose con las víctimas.

Source : Journal La Croix © copyright / Photo : CIRIC

P. Dominique Greiner, a.a