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Celebración del Dies Natalis del P. d'Alzon en la familia de la Asunción
Roma, 19 de noviembre de 2023
Roma
Nuestras hermanas de Italia -Religiosas, Oblatas, Hermanitas y Orantes- respondieron a nuestra llamada para vivir juntas el Dies Natalis del P. d'Alzon, un poco antes de lo previsto, para permitir un encuentro dominical. Así que ese día éramos unos cuarenta en la Casa Generalicia, para escuchar al Postulador General, P. Vincent Leclercq, hablarnos de la santidad del P. d'Alzon y de su llamada a nuestra propia santidad; para celebrar juntos la Eucaristía; y para compartir un rato de fiesta y convivencia.
Pincha aquí para ver algunas fotos del día…
...y, más abajo, la homilía del Superior General, P. Ngoa Ya Tshihemba, con este ocasión:
“En este día del 19 de noviembre, del domingo 33 del tiempo ordinario, estamos reunidos, es cierto, para celebrar el Día del Señor. Pero, como ustedes saben, es también y sobre todo para recordar a un hombre, un fundador, un padre espiritual: el Padre Manuel d'Alzon. Es con esta alegría que estamos aquí reunidos.
Queríamos celebrar este día en familia, como podéis ver, y creo que eso es muy significativo. Las lecturas de hoy nos ofrecen ya un tema para nuestra meditación. En efecto, podemos imaginarnos fácilmente estas palabras dirigidas al Padre d'Alzon por el Señor al que sirvió toda su vida: "Muy bien, siervo bueno y fiel, has sido fiel en pocas cosas, yo te confiaré muchas; entra en el gozo de tu Señor". Es porque creemos que el Padre d'Alzon fue un siervo bueno y fiel, que estamos rezando para que la Iglesia reconozca su santidad.
Hace poco leí un documento que decía que 30.000 personas asistieron a su funeral. Es impresionante. Le decía a un hermano que, de hecho, podemos presentarlo como un “milagro” para su canonización: 30.000 personas no pueden abandonar sus casas por nada. En un mensaje del Padre François Piccard al Padre Galabert, podemos ver por qué eran tantos:
"Vuestra carta no encontró vivo a nuestro Padre, que devolvió su hermosa alma a Dios en pleno conocimiento de sí mismo y absoluto abandono al que había amado y hecho amar. Su ternura hacia la Santísima Virgen había crecido aún más, y esta Madre veló sus últimos momentos de manera visible. Sólo hubo un grito en medio de las lágrimas: "Fue verdaderamente la muerte de un santo". Se acabaron las divisiones en la ciudad; la consternación universal, una especie de estupor reinaba por doquier". Sí, una tregua observada para honrar la memoria y la vida de un hombre santo.
Hay algunas coincidencias curiosas en torno a los últimos momentos de su vida: Ustedes saben que era un domingo (21 de noviembre de 1880. Día del Señor y fiesta de la Presentación de la Virgen María en el templo). Y mientras los que le rodeaban rezaban el rosario, las últimas palabras del Padre d'Alzon fueron: "¡Jesús mío, te amo! Hay que señalar que era al mismo tiempo que acababan de terminar las 10 avemarías del misterio de la Asunción (entre los misterios gloriosos). Y como era mediodía, habían tocado las campanas para el rezo del Ángelus. ¡Qué casualidad!
Ustedes recuerdan, por supuesto, la pregunta que el Padre Picard le hizo un poco antes: Padre, ¿Desearía, Padre, expresar algún deseo? Su respuesta fue clara y sin ambigüedades: "Sólo deseo el cielo". Me imagino que el repique de campanas en el momento de su muerte quería ciertamente celebrar el encuentro del Padre d'Alzon con su Maestro. Y me imagino a su Maestro diciéndole las palabras del Evangelio de hoy: "Muy bien, siervo bueno y fiel, has sido fiel por poco (...) entra en el gozo de tu Señor".
¿Cuál es su deseo más profundo? No sé cuál sería mi respuesta si me hicieran esta pregunta. Al principio de cada año, como maestro de novicios en Filipinas, yo hacia esta misma pregunta a los novicios. La formulación era diferente, por supuesto, pero la idea era la misma. Las respuestas que recibía estaban siempre orientadas hacia lo que algunos llaman “las cosas de este mundo”: el fin de la guerra, el fin de la pobreza, llegar a ser esto o aquello, etc.
Queridos hermanos y hermanas, tener un deseo es una cosa, pero permanecer fiel a él hasta el final es otra muy distinta. El hombre que celebramos hoy, el Padre Manuel d'Alzon, es un hombre, un fundador, un padre espiritual que mantuvo la mirada fija en su objetivo, a pesar de los altibajos de la vida.
En la segunda lectura de hoy, San Pablo advierte a los tesalonicenses sobre el día del Señor. "Pero vosotros, hermanos, como no estáis en tinieblas, ese día no os sorprenderá como un ladrón. Porque todos vosotros sois hijos de la luz, hijos del día.” Sí, el Padre d'Alzon no estaba en tinieblas, y los que le rodeaban se asombraban de verle sereno. El Hermano Philippe Pesant, hablando de la situación del Padre d'Alzon, escribió lo siguiente al Padre Paul Bador:
"Qué contraste entre su posición y la nuestra. Mientras nosotros estamos en el dolor y la tristeza, este buen padre conserva una calma y una serenidad admirables; nos recibe siempre con una sonrisa en los labios, y si no se oyen sus palabras, su mirada muestra al menos suficientemente lo feliz que está de morir". (Pierre TOUVENERAUD, l'humble grandeur de la mort du P. d'Alzon, p.39)
Sí, por qué no iba a alegrarse de morir cuando Manuel d'Alzon sabía que esta muerte era más bien una puerta que le abría el tan esperado encuentro con su Señor. ¿Cuál era el secreto del padre d’Alzon para poder terminar su corrida en una forma serena y admirada por todos? Parece que este secreto residía en su deseo del cielo, que se había convertido en su ración diaria, en su lucha, su vida y su misión: "Venga a nosotros tu Reino".
Al reunirnos hoy para recordar a este gran hombre de Dios, pidamos también esta misma gracia. Para que nuestro deseo más profundo se convierta en nuestra oración, como nos pide también nuestro patriarca San Agustín. Este es un día de fiesta para todos nosotros, religiosos y laicos miembros de la Alianza en la gran familia de la Asunción. Concluyo esta pequeña meditación renovando la exhortación del 34º Capítulo General, que nos pide que sigamos rezando por la beatificación de nuestro fundador, el Padre Manuel d'Alzon. Hacerlo así puede estimularnos a trabajar por nuestra propia santidad.
La beatificación del Padre d'Alzon será para nosotros una oportunidad de ofrecer a toda la Iglesia un guía espiritual, un defensor de los "derechos de Dios" en un mundo que pretende construirse sin Dios. Tal vez no todos hayamos recibido los mismos dones para hacerlo. No importa cuántos talentos tengamos. Algunos dos, otros 5 o un solo. Pero la parábola de los talentos nos invita a ser agradecidos.
Somos herederos de una espiritualidad, de un carisma, de un fundador. Y por ello damos gracias a Dios. Pero esta misma parábola nos invita también a ser fecundos. Hoy recordamos un buen ejemplo de gratitud y fecundidad. Si he decidido hablar otra vez sobre algunos acontecimientos que rodearon la muerte del Padre d'Alzon, es para despertar en nosotros el deseo de movilizarnos, aún más, por la causa de la beatificación de nuestro fundador.
Que Dios nos guarde en su amor y nos conceda la gracia de la fidelidad y de la fecundidad. Amén.