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  • 08/04/2024

  • 08/04/2024

AA-Info n.4 - Abril 2024

«Busco el rostro del Señor»

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Editorial

P. Ngoa Ya Tshihemba

Superior General de los Agustinos de la Asunción

Acabo de efectuar mi primera visita canónica y fraterna a la Provincia de Brasil. Como era la primera vez que vistaba el país, los hermanos, además de los momentos inevitables de una visita de este género, han tenido la hermosa idea de hacerme visitar los monumentos más hermosos de sus ciudades. ¡Y en Rio de Janeiro, no había mejor elección que el imponente Cristo Redentor mundialmente conocido! La víspera de la visita, los hermanos decían que había que rezar para que el tiempo fuera favorable, ya que si hay muchas nubes, se corre el riesgo de no poder ver el rostro del Cristo … ¡Por suerte, el tiempo no era muy malo, pero había que ser paciente y atento, pues de vez en cuando las nubes venía y tapaban este rostro! era impresionate ver cómo los turistas estaban al acecho. Mientras tanto, se ocupaban de mirar las cosas que se podían ver de lejos, como el famoso estadio de Maracaná. Y en cuanto las nubes liberaban el rostro de Cristo, bastaba que alguien dijera «¡Está ahí! » o bien « ¡Ya pasó ! » para que todos sacasen su aparato para la foto recuerdo.

Este fenómeno, cotidiano en este lugar del Corcovado, me recuerda la canción de Odette Vercruysse que da su título a este editorial y que habéis seguramente escuchado más de una vez. He aquí el refrán y el primer verso que para mí, merecen ser meditados profundamente, sobre todo en este tiempo de Pascua.

R./ Busco el rostro el rostro del Señor Busco su rostro en el fondo de vuestros corazones.

Sois el Cuerpo de Cristo, Sois la Sangre de Cristo, Sois el Amor de Cristo…

¿Entonces? ¿Qué habéis hecho con Él?

Este tiempo de Pascua es un tiempo rico en celebraciones. Y el rostro de Cristo está en primer plano de todas esas liturgias. Desde el rostro destrozado del Viernes santo hasta la cara luminosa de la Resurrección, nuestra oración es la misma: ¡Ilumina, Señor, tu rostro sobre nosotros! Por supuesto, el rostro del que se trata, es simplemente su Presencia. Pero en Rio de Janeiro como en nuestra propia vida, ese rostro, o mejor aún, la presencia del Cristo Redentor está opacada por las nubes. Y las nubes que ocultan el rostro de Cristo son numerosas, inútil repetirlo.

Entonces, ¿dónde está? las lecturas de este tiempo pacual nos traen esta búsqueda de la presencia de Jesucristo resucitado. Desde María Magdalena pasando por los apóstoles hasta nuestro tiempo, esta pregunta nos habita: ¿Dónde está? Sucede que le buscamos allí donde queremos verle y como quisiéramos verle, y a menudo, muchas veces, le buscamos en otra parte cuando ya está ahí. Buscamos, quizá un rostro de Cristo luminoso, sin arrugas ni manchas, pero por desgracia, el que se nos presenta parece a menudo no cumplir nuestros criterios.

El tiempo pascual es el tiempo del encuentro con el Resucitado, el Redentor. Busquemos su rostro (su presencia). Pero en todo caso, él es quien se nos revelará, como hizo con sus discípulos. No es nuestra búsquedaa sino su gracia la que nos permitirá ver su rostro. Y quizá tendremos entonces los mismos sentimientos y las mismas motivaciones para continuar anunciando la esperanza del Evangelio, sin que nada nos frene, y seremos capaces de decir, como los apóstles Pedro y Juan, a quienes se interpongan en nuestro camino: « Por nuestra parte, no podemos callar lo que hemos visto y oído. » (Hechos 4, 20)

Para buscar y encontrar el rostro de Cristo Redentor, no es necesario ir hasta Río. Está en los rostros de esos miles de desplazados de las guerras, en los rostros de tantos civiles que, bajo las bombas o en los campamentos de desplazados, han de tomar decisiones difíciles. Como aquellas mujeres de Goma que han elegir entre la prostitución y el hambre : una « realidad brutal », escribe el periódico La Croix sobre la situación en la RD Congo. Por desgracia, esos rostros sufrientes de Cristo no salen a menudo en los títulos de los peiódicos del mundo. Quizá una relectura de la obra La trace d’un visage, publicado en 1992 por nuestro hermano Bruno Chenu, pueda resumergirnos en la reflexión sobre nuestra relación con Dios y el rostro del otro. Hay ahí una relación indeleble.

Que la alegría de Pascua nos devuelva vida, y que el espíritu de nuestro Fundador el P. Emmanuel d’Alzon «nos empuje a hacer nuestras las grandes causas de Dios y del hombre, nos lleve a hacernos presentes allí donde Dios está amenazado en el hombre y el hombre amenazado como imagen de Dios » (RV n. 4).

Para leer la AA-Info n°4 completa, siga este enlace...